martes, 16 de noviembre de 2010

Lecturas memoriosas. ..






Últimamente me ha nacido cierta ansiedad por tener constantemente algo que leer, libros por ejemplo, siempre me ha gustado leer pero es como si de un tiempo para acá fuese una necesidad. Sin embargo no por esto leo cualquier libro o cualquier cosa, para que yo realmente lo disfrute, debe ser un titulo o un contenido que capte mi atención, de lo contrario los dejo a medias, tal es el caso del eterno libro de Robinson Crusoe el cual jamás terminé.

El último libro que leí fue “La Mecánica del Corazón” un libro que hace tiempo andaba buscando, hasta que afortunadamente un amigo me lo prestó e increíblemente en cuanto comencé a hojear los primero cantos del libro, éste me atrapo y en cosa unas horas ya estaba casi terminándolo. En lo personal me encantó, narra la historia del hijo de una prostituta que nace el día más frio de la historia, lo que ocasiona que al nacer, el frio congele su corazón provocando que este corra el riesgo de morir. Sin embargo, la partera (que era una especie de doctora excéntrica la cual solía poner prótesis extrañas a sus pacientes para solucionar sus males) tomó un viejo reloj cucú y lo conectó al corazón, de modo que el tic tac de las manecillas ayudase al congelado corazón a palpitar y así salvar su vida.

El pequeño logra vivir y queda a cargo de la excéntrica doctora la cual lo cría, no sin antes advertirle que a lo largo de su vida hay 3 reglas que debe seguir para continuar con viendo: 1) No tocar por ningún motivo las manecillas del reloj, 2) Evitar los corajes y las emociones fuertes y 3) Jamás de los jamases enamorarse. Genial ¿no? Como es de esperarse esto atrapó mi atención volviéndose uno de mis libros favoritos, el cual por cierto les recomiendo ampliamente.

Luego de este libro, buscaba algo más que leer, mi madre insistía en que leyera un par de libros “motivacionales” que solía leer mi papá (por que según ella, soy una persona muy negativa y necesito cambiar eso), pero la verdad es que ese tipo de libros me enferman y lo que más me enferma es que me inculquen lo que debo leer. Sencillamente no funciono bajo presión, lo que me pasó cuando era chico y mi padre me “obligo” a leer “El Principito”, a esa corta edad lo leí forzado y la verdad que el libro pasó desapercibido y en realidad recuerdo muy poco de él, hasta hace 2 días.
Viendo la televisión, salió una entrevista a una actriz de teatro llamada Alexandra “algo” la verdad que no recuerdo. Ésta habló de las obras que ha presentado y de que su favorita fue el Principito y que la frase que más le gustaba de ese libro era una que decía:

“Uno es responsable siempre de todo aquello que ha amado”

En ese instante quedé atontado o más bien paralizado por dicha frase (como ya sabrán, esas cosas cursis siempre me llegan y esta frase en particular, no fue la excepción). Me dije a mi mismo, ¿Cómo es que no recuerde eso de aquel libro? Por lo que me di a la tarea de volverlo a leer, pero no había visto ese libro en años desde la primera vez que me cambié de casa. Abrí cajas aun selladas, busque, busque y busqué sin encontrar nada, por último abrí una bolsa llena de más libros y nada. Algo decepcionado comencé a resignarme, entonces de entre el montón de libros que jamás hojee, vi uno que atrapó mi atención.

De apariencia vieja, parecía forrado por el típico papel tapiz de la casa de las abuelas, color aguamarina y ya algo dañado por los años. “La Tregua” es el título del libro (me parece recordar una película ya vieja de hace algunos años, en la cual participó la veracruzana Adriana Fonseca y que por el hecho de saber esto, jamás quise ver), leí la breve reseña al reverso del libro y habla del diario de un hombre de casi 50 años, a punto de jubilarse, viudo, con tres hijos, y con una tediosa, mediocre y rutinaria vida sin nada en especial, hasta que conoce a una tal Laura Avellaneda, una jovencita de casi la mitad de su edad, la cual hace al mediocre hombre sentirse vivo otra vez.
Así es, me pareció que este libro hablaba solo de alguien deprimentemente normal, sin ninguna gracia y con páginas monótonas y llenas de tristeza y soledad… Es curioso ¿no? Fue justamente esto lo que atrajo mi atención, no por completo, pero si mostré interés. Comencé a hojearlo y en la primera hoja encontré con tinta azul escrita una fecha y una dedicatoria:

Xalapa, Ver. Octubre 18, 1979


“Nadia”


“De aquello que fue y que no fue, y que acaso nunca será. De aquello solo queda el recuerdo y el recuerdo con el tiempo. . . Se olvida.”


Javier Beltrán.


Esta dedicatoria me pareció encantadora, es decir, fue esta misma la que me hizo decidirme a leer el libro. Me fascinó la idea de imaginar que hace tiempo una tal Nadia y un tal Javier (de los cuales no sé nada y mi madre jura jamás haber conocido) fueron novios, que pudieron haberse querido mucho, haber hecho planes a largo plazo y entonces, un día todo acabó. Qué tiempo después, cada quien siguió su vida pero antes, Javier se topó con este libro que tal vez le hizo recordar vivencias y que al final le dejó un mensaje que sentía debía compartir con Nadia, alguien que aunque ya no estaba en su vida, le seguía teniendo ese cariño tan especial que sientes aun tiempo después por alguien que en su momento fue muy importante. Motivo por el cual, este libro fue obsequiado con tan bonita dedicatoria, también pudo ser este el motivo por el cual a lo largo de todo el libro hay frases subrayadas con la misma tinta. Me permití leer algunas de estas y en efecto, son las típicas y entrañables frases que se le graban a uno y que convierten a los libros en piezas memorables.




Ayer decidí comenzar a leerlo y casi lo terminé, es probable que hoy lo acabe de leer y debo decir que aunque aun no sé el desenlace, lo que he leído me ha gustado, no es más que días tediosos, recuerdos del protagonista y un romance. Sin embargo, me ha resultado agradable y me emociono cada vez que veo unas líneas subrayadas, porque me hace saber que viene una frase memorable.



Sinceramente me sorprende que este libro haya llamado mi atención, pero supongo que en el fondo es porque la vida de este hombre representa la vida que me daría miedo tener en un futuro, una persona monótona y solitaria que disfruta de los pequeños placeres de la vida como tomar café mientras mira por la ventana como la gente corre bajo la lluvia intentando cubrirse, teniendo encuentros sexuales casuales con personas a las cuales jamás vuelve a frecuentar y con las que jamás entabla una conversación real o recordar a su fallecida esposa a la cual aun al pasar de los años jamás olvida. En definitiva me aterra acabar así, sin embargo, temo decir que en la actualidad es más que común que la gente termine de este modo, uno lucha tanto por sobresalir que termina opacándose y volviéndose uno más del montón.




















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